miércoles, julio 8

¿Cuándo se tiene suficiente cerveza?

Fue en aquellos ayeres, en tiempos preparatorianos en que descubrí una importante lección que todo hombre civilizado y que se jacte de estar por encima del coeficiente de hombre de las cavernas aprende tarde o temprano.

Fue en un viaje a la exporiente en Hermosillo, de la preparatoria, yo era entonces un crío, un polluelo, pero eso si con mucha barba desde entonces -ha sido mi cruz y lo seguirá siendo por los siglos de los siglos-. El caso es que el viaje tenía la intención de conocer las múltiples ofertas educativas a las que uno podía accesar y así tomar una decisión mucho más "concienzuda"; pero a fin de cuentas cuando uno está en esos años, lo único que quiere es vagancia y ver a las chicas guapas que anden por ahí en la ciudad capital.

Al concluir nuestra incursión a dicho evento, pedimos insistentemente al maestro tutor, que aprovecháramos el viaje y que nos fueramos a una playa que estaba cerca de ahí; llevados por la emoción, todos accedimos a ir, desde luego el profe también. Y es ahí donde nace la reflexión de este post. Antes de llegar nos bajamos en un oxxo, y cada quien compró su cheve, yo, en mi inexpertez en esos queberes, tomé mi billetera y me compré un 24, para tres horas que estaríamos ahí, y desde luego me sentí bien fregón cuando subí con tremendas bolsonas al camión.

Una vez instalados en la playa, con las bolsas en mano, sentados en una palapa, iniciamos la ingesta, y como todo buen puberto, sientes que se acaba el mundo y la cheve y empiezas a tomarlas como si fueran agua, y como si fueras contrareloj. Recuerdo claramente que para el sexto bote que me tomé literalmente casi a pecho, ya andaba súper drunk, y con las piernitas como borreguito recién nacido; y gritando mil y un obscenidades enfrente de las damas. Seguido de eso un maestro me dijo que si no me callaba me iba a fregar, y efectivamente como buen ebrio, no me callé y me correteó para darme unos coños, y después de eso, solo puedo recordar algo así como quedarme botado en el camión, o estar sentado ahí sin hacer nada todo aguitado por la correteada.

Fue entonces, cuando en esos ayeres, me di cuenta de que en ocasiones queremos tomar mil de cerveza, y así no es la cosa, la cuestión es disfrutar de un buen trago en compañía de buenas amistades y pasarlo de lo mejor; pero es así como uno aprende, o bien, cuando casi sufres una congestión alcohólica y mueres.
Por el momento, creo que es todo para lo que da mi cerebro, debido a trabajo, no he podido postear nada más, pero espero que a alguien pudiera medio entretener esto.

2 comentarios:

Werou dijo...

yo lo aprendi hace poquito bien padre y ahora tomo como campeon xD

Eduardo López Verástegui dijo...

Yo he aprendido cuando se tiene suficiente, lo que no he aprendido es cuando he bebido suficiente, y se me pasan las cucharadas bien recio y así